Instituto Independiente de Filosofia IZKALMEKAK
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Profr. Akamazihuatl Portador del antiguo conocimiento de los Jovenes Olmecas. Heredero de la tradiciôn de danza Azteka Capitan de Danza. |
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![]() ![]() Libro de los coloquios Capitulo VII10 Feb 16 - 21:19 Capitulo VII
Donde se dice qué respondieron, contestaron, los sacerdotes.[1] Señores nuestros, señores, estimados señores, habéis padecido trabajos, así os habéis venido a acercar a esta tierra. Aquí, delante de vosotros, ante vosotros, os contemplamos, nosotros macehuales,[2] porque a vosotros os ha permitido llegar el Señor Nuestro, en verdad habéis venido a gobernar vuestra agua, vuestro monte.[3] ¿De dónde, cómo, os habéis dirigido hacia acá del lugar de vuestros señores, de la casa de los dioses? Porque en medio de nubes, en medio de nieblas, del interior del agua inmensa habéis venido a salir. A vosotros os hace ojos suyos, a vosotros os hace oídos suyos, a vosotros os hace labios suyos el Dueño del cerca y del junto.[4] Aquí nosotros, de algún modo, vemos en forma humana, aquí como a un humano hablamos, al Dador de la vida, al que es noche, viento, porque vosotros sois su imagen, su representante. Por esto recogemos, tomamos, su aliento, su palabra, del Señor Nuestro, del Dueño del cerca y del junto, el que habéis venido a traer, del que en el mundo, en la tierra, es señor, el que os envió por razón de nosotros. Por eso aquí nosotros estamos admirados, en verdad habéis venido a traer, su libro, su pintura, la palabra celestial, la palabra divina.[5] Y, ahora, ¿de que modo, que será lo que diremos, elevaremos a vuestros oídos? ¿Somos acaso algo? Porque sólo somos macehualuchos,[6] somos terrosos, somos lodosos, raidos, miserables, enfermos, afligidos. Porque sólo nos dio en préstamo el Señor, el Señor Nuestro, la punta de su estera, la punta de su sitial,[7] [donde] nos colocó. Con un labio, dos labios respondemos, devolvemos el aliento, la palabra, del Dueño del cerca y el junto. Con esto, de su cabeza, de su cabellera, salimos, por esto nos arrojamos al río, al barranco.[8] Con ello buscamos, alcanzamos, su disgusto, su enojo. Tal vez solo [vamos] a nuestra perdición, a nuestra destrucción, ¿O acaso hemos obrado con pereza? ¿Adónde en verdad iremos? Porque somos macehuales, somos perecederos, somos mortales. Que no muramos, que no perezcamos, aunque nuestros dioses hayan muerto.[9] Pero tranquilícense vuestros corazones, vuestra carne, señores nuestros, porque ahora romperemos un poquito, ahora abriremos, el cofre, la petaca del señor Nuestro.[10] Vosotros dijisteis que no conocíamos al Dueño del cerca y del junto, a aquel de quien son el cielo, la tierra. Habéis dicho que nos son verdaderos dioses los nuestros. Nueva palabra es esta, la que habláis y por ella estamos perturbados, por ella estamos espantados.[11] Porque nuestros progenitores, los que vinieron a ser, a vivir en la tierra, no hablaban así. En verdad ellos nos dieron su norma de vida, tenían por verdaderos, servían, reverenciaban a los dioses. Ellos nos enseñaron, todas las formas de culto, sus modos de reverenciar [a los dioses]. Así, ante ellos acercamos tierra a la boca, [12] así nos sangramos, pagamos nuestras deudas, quemamos copal, ofrecemos sacrificios. Decían [nuestros progenitores]: que ellos, los dioses, son por quien se vive, que ellos nos merecieron.[13] ¿Cómo, dónde? Cuando aún era de noche.[14] Y decían [nuestros ancestros]: que ellos [los dioses] nos dan nuestro sustento, nuestro alimento, todo cuanto se bebe, se come, lo que es nuestra carne,[15] el maíz, el frijol, los bledos, la chía. Ellos son a quienes pedimos el agua, la lluvia, por las que se producen las cosas en la tierra. Ellos mismos son ricos, son felices, poseen las cosas, son dueños de ellas, de tal suerte que siempre, por siempre, hay germinación, hay verdear en su casa. ¿Dónde, cómo? En Tlalocan, nunca hay allí hambre, no hay enfermedad ni pobreza.[16] También ellos dan a la gente el valor, el mando, el hacer cautivos en la guerra, el adorno para los labios, aquello que se ata, los bragueros, las capas, las flores, el tabaco, los jades, las plumas finas, los metales preciosos.[17] ¿Y cuándo, dónde, fueron invocados, fueron suplicados, fueron tenidos por dioses, fueron reverenciados? De esto hace ya mucho tiempo,[18] fue alla en Tula, fue allá en Huapalcalco, fue allá en Xuchatlalpan, fue allá en Tlamohuanchan. Ya fue allá en Yohualinchan. Fue allá en Teotihuacan. Porque ellos, por todas partes, en el mundo, les dieron el fundamento de su estera, de su sitial. Ellos dieron el señorío, el mando, la gloria, la fama. Y ahora, nosotros, ¿destruiremos la antigua regla de vida?[19] ¿la regla de vida de los chichimecas? ¿la regla de vida de los toltecas? ¿la regla de vida de los colhuacas? ¿la regla de vida de los tepanecas? Porque así en nuestro corazón [entendemos][20] a quien se debe la vida, a quien se debe el nacer, a quien se debe el crecer, a quien se debe el desarrollarse. Por esto [los dioses] son invocados, son suplicados. Señores nuestros, no hagáis algo a vuestra cola, a vuestra ala,[21] que le acarree desgracia, que la haga perecer. Así también de los ancianos, de las ancianas, era su educación, su formación. Que los dioses no se enojen con nosotros, no sea que en su furia, en su enojo incurramos. Y no sea que, por esto, ante nosotros, se levante la cola, el ala [el pueblo], no sea que, por ello, nos alborotemos, no sea que desatinemos, si así les dijéramos: -Ya no hay que invocar [a los dioses], ya no hay que hacerles suplicas. Tranquila, pacíficamente, considerad, señores nuestros, lo que es necesario. No podemos estar tranquilos, y ciertamente no lo seguimos, eso no lo tenemos por verdad, aun cuando os ofendamos. Aquí están los que tienen a su cargo la ciudad, los señores, los que gobiernan, los que llevan, tienen a cuestas,[22] al mundo. Es ya bastante que hayamos dejado, que hayamos perdido, que se nos haya quitado, que se nos haya impedido, la estera, el sitial [el mando].[23] Si en el mismo lugar permanecemos, provocaremos que [a los señores] los pongan en prisión. Haced con nosotros lo que queráis. Eso es todo lo que respondemos, lo que contestamos, a vuestro reverenciado aliento, a vuestra reverenciada palabra, oh señores nuestros. [1] Un comentario a lo expresado en este capitulo -la dramática respuesta de los sacerdotes- en León Portilla. La filosofía náhuatl. P.p. 129-136.
[2] Los sacerdotes, humillándose, se refieren a sí mismos como macehuales, gente del pueblo.
[3] Al igual que Moteuczoma dio la bienvenida a Cortés diciéndole que llegaba a “su agua, su monte”; (su ciudad), también los sacerdotes hablan así, con extremada cortesía a los frailes (véase Códice Florentino, lib. XII, cap. XVI).
[4] Con estas frases, de reconocimiento y tolerancia, expresan los sacerdotes nahuas que consideran a los frailes como personas que también representan a la divinidad.
[5] Todas estas expresiones, puestas en labios de los sacerdotes nahuas, dan la impresión de que hubieran ya aceptado la predicación de los frailes. Lo que a continuación manifiestan muestra que en realidad no aceptan tales predicas y han hablado así con su característica cortesía.
[6] Can timaceualtotonti(n), es forma despectiva o diminituva, de macehualli, entendido aquí como “pobre gente del pueblo”.
[7] “La punta de su estera, la punta de su sitial”, es este empleo del conocido difrasismo que denota la idea de autoridad. Los sacerdotes proclaman su autoridad es pequeña.
[8] Reconocen que, al expresar sus ideas, entran en peligro, “nos arrojamos al río, al barranco” (otro difrasismo: ponerse en riesgo, peligrar).
[9] Tras insistir que, al hablar, están en verdad exponiéndose, manifiestan con dolor cuál es su situación: no les queda ya sino morir puesto que -según se les ha dicho y en su abandono parecen palparlo- “ya nuestros dioses han muerto”.
[10] “El cofre, la petaca”, difrasismo para decir el secreto, las cosas ocultas.
[11] Inician aquí los sacerdotes nahuas el rechazo de lo manifestado por los frailes.
[12] Hacemos juramento
[13] “Nos merecieron” techmaceuhqueh, cuando con su sacrificio de sangre nos dieron la vida. Véase: León Portilla, op. cit., pp. 183-188.
[14] “Cuando aun era de noche” in oc yohuaya, expresión que denota la idea de “en el principio, en los orígenes del mundo.
[15] Nuestra carne, nuestro sustento, es por excelencia el maíz, el frijol, los bledos, la chía.
[16] Es ésta una breve pero atina da descripción del llamado “paraíso de Tlaloc”.
[17] Enumera algunos de los objetos mas apreciados por los mexicas.
[18] Se mencionan a continuación algunos de los lugares sagrados que se tienen como muy importantes. La arqueología confirma que en todos ellos existieron grandes edificaciones religiosas, algunas provenientes del periodo clásico.
[19] Se mencionan ahora aquellos pueblos que se consideran merecedores de respeto y que asimismo mantuvieron “la antigua regla de vida”.
[20] Las palabras que siguen son afirmación decidida de quien se sabe conocedor de los misterios de la divinidad.
[21] “A vuestra cola, a vuestra ala”, es decir, “a vuestro pueblo”.
[22] In quitqui, in quimama: “los que la llevan, la tienen a cuestas”. Es este otro difrasismo, aplicado, como resulta obvio, a los que gobiernan.
[23] Si se ha perdido ya el mando y el poder, ¡que pueda preservarse al menos la antigua norma de vida, el camino de acercarse a los dioses!
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