Instituto Independiente de Filosofia IZKALMEKAK
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Profr. Akamazihuatl Portador del antiguo conocimiento de los Jovenes Olmecas. Heredero de la tradiciôn de danza Azteka Capitan de Danza. |
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![]() ![]() Libro de los coloquios I10 Feb 16 - 21:13 Señores nuestros, señores, estimados señores, han padecido trabajos, así han venido a acercar a esta tierra. Aquí, delante de ustedes, ante ustedes, los contemplamos, nosotros maceguales, porque a ustedes les ha permitido llegar el Señor Nuestro, en verdad han venido a gobernar su agua, su monte. ¿De dónde, cómo, se han dirigido hacia acá del lugar de sus señores, de la casa de de su Dios? Porque en medio de nubes, en medio de nieblas, del interior del agua inmensa ustedes han venido a salir. A ustedes los hace ojos suyos, a ustedes los hace oídos suyos, a ustedes los hace labios suyos el Dueño del cerca y del junto. Aquí nosotros, de algún modo, vemos en forma humana, aquí como a un humano hablamos, al Dador de la vida, al que es noche, viento, porque ustedes son su imagen, su representante. Por esto recogemos, tomamos, su aliento, su palabra, del Señor Nuestro, del Dueño del cerca y del junto, el que han venido a traer, del que en el mundo, en la tierra, es señor, el que los envió por razón de nosotros. Por eso aquí nosotros estamos admirados, en verdad han venido a traer, su libro, su pintura, la palabra celestial, la palabra divina. Y, ahora, ¿de qué modo, que será lo que diremos, elevaremos a sus oídos? ¿Somos acaso algo? Porque sólo somos macehualuchos, somos terrosos, somos lodosos, raidos, miserables, enfermos, afligidos. Porque sólo nos dio en préstamo el Señor, el Señor Nuestro, la punta de su estera, la punta de su sitial, [donde] nos colocó. Con un labio, dos labios respondemos, devolvemos el aliento, la palabra, del Dueño del cerca y el junto. Con esto, de su cabeza, de su cabellera, salimos, por esto nos arrojamos al río, al barranco. Con ello buscamos, alcanzamos, su disgusto, su enojo. Tal vez solo [vamos] a nuestra perdición, a nuestra destrucción, ¿O acaso hemos obrado con pereza? ¿Adónde en verdad iremos? Porque somos maceguales, somos perecederos, somos mortales. Que no muramos, que no perezcamos, aunque nuestro dios haya muerto. Pero tranquilícense sus corazones, su carne, señores nuestros, porque ahora romperemos un poquito, ahora abriremos, el cofre, la petaca del señor Nuestro. Ustedes han dicho que no conocíamos al Dueño del cerca y del junto, a aquel de quien son el cielo, la tierra. Han dicho que no es verdadero el Señor nuestro. Nueva palabra es esta, la que hablán y por ella estamos perturbados, por ella estamos espantados. Porque nuestros progenitores, los que vinieron a ser, a vivir en la tierra, los que existieron antes que nosotros no hablaban así. En verdad ellos nos dieron su norma de vida, lo tenían por verdadero, lo servían, lo reverenciaban al Señor del cerca y del junto. Ellos nos enseñaron, todas las formas de culto, sus modos de reverenciarlo. Así, ante El acercamos boca a la tierra, así nos sangramos, pagamos nuestras deudas, quemamos copal, nos ofrecemos en sacrificio. Decían [nuestros progenitores]: que el, aquel por quien todo existe, es por quien se vive, que ellos nos merecieron. ¿Cómo, dónde? Cuando aún era de noche. Y decían los que vinieron a vivir antes que nosotros: que El aquel por quien todo existe nos da nuestro sustento, nuestro alimento, todo cuanto se bebe, se come, lo que es nuestra carne, el maíz, el frijol, los bledos, la chía, nuestros merecimientos. El es a quien pedimos el agua, la lluvia, por las que se producen las cosas en la tierra. El mismo es rico, es feliz, posee las cosas, es dueño de ellas, de tal suerte que siempre, por siempre, hay germinación, hay verdear en su casa. ¿Dónde, cómo? En Tlalocan, nunca hay allí hambre, no hay enfermedad ni pobreza. También ellos dan a la gente el valor, el mando, el hacer cautivos en la guerra, el adorno para los labios, aquello que se ata, los bragueros, las capas, las flores, el tabaco, los jades, las plumas finas, los metales preciosos. ¿Y cuándo, dónde, fue invocado, fue suplicado, fue tenido por dios, fue reverenciado? De esto hace ya mucho tiempo, fue allá en Tula, fue allá en Huapalcalco, fue allá en Xuchatlalpan, fue allá en Temoanchan. Ya fue allá en Yohualinchan. Fue allá en Teotihuacan. Porque ellos, por todas partes, en el mundo, les dieron el fundamento de su estera, de su sitial. Ellos dieron el señorío, el mando, la gloria, la fama. Y ahora, nosotros, ¿destruiremos la antigua regla de vida? ¿La regla de vida de los chichimecas? ¿La regla de vida de los toltecas? ¿La regla de vida de los Acolhuacas? ¿La regla de vida de los tecpanecas? Porque así en nuestro corazón [entendemos] a quien se debe la vida, a quien se debe el nacer, a quien se debe el crecer, a quien se debe el desarrollarse. Por esto el señor del cerca y del junto es invocado, es suplicado. Señores nuestros, no hagan algo a vuestra cola, a vuestra ala, que le acarree desgracia, que la haga perecer. Así también de los ancianos, de las ancianas, era su educación, su formación. Que aquel por quien todo existe no se enojen con nosotros, no sea que en su furia, en su enojo incurramos. Y no sea que, por esto, ante nosotros, se levante la cola, el ala [el pueblo], no sea que, por ello, nos alborotemos, no sea que desatinemos, si así les dijéramos: -Ya no hay que invocar, ya no hay que hacer suplicas. Tranquila, pacíficamente, consideren, señores nuestros, lo que es necesario. No podemos estar tranquilos, y ciertamente no lo seguimos, eso no lo tenemos por verdad, aun cuando les ofendamos. Aquí están los que tienen a su cargo la ciudad, los señores, los que gobiernan, los que llevan, tienen a cuestas, al mundo. Es ya bastante que hayamos dejado, que hayamos perdido, que se nos haya quitado, que se nos haya impedido, la estera, el sitial [el mando]. Si en el mismo lugar permanecemos más nos valdría morir. Haced con nosotros lo que queráis. Eso es todo lo que respondemos, lo que contestamos, a su reverenciado aliento, a su reverenciada palabra, oh señores nuestros. |
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